Editorial
Pensar críticamente la educación
Colegio Metropolitano del Sur -
Sede A | Floridablanca, Santander, Colombia
Lengua Castellana | Periódico
Cazaletras | Editorial
Profesor Andrés Ortiz
2024
«Con tanta enseñadera esos profesores no dejan aprender»;
una frase que, aun desde el anonimato, hace reflexionar sobre lo que se hace en
los colegios. Los docentes también, en su época escolar, cuestionaron la
educación, y es algo que ningún alumno dejará de hacer. Ahí es donde reside lo
bello del asunto, porque si un educando es capaz de dudar del sistema en el que
se encuentra, quiere decir que tiene la consciencia y la capacidad de actuar e
influir, para bien, en la realidad a la que pertenece.
«¿Para qué las Ciencias Sociales, si no me interesa la
historia ni la política; para qué el teorema de Pitágoras, si lo único que
necesito es sumar y restar; para qué el ciclo del agua, si no me va a salvar de
un robo; para qué el uso de la B y la V, si igual se entiende?»; (lo último, al
mejor estilo de García Márquez, nobel colombiano de literatura). Es verdad, hay
algunos saberes que, desde un punto de vista operativo, práctico y lucrativo,
no parecen aportar mucho a ese deseo (impulsado por la inmediatez) de una
estabilidad concreta; a ese anhelo humano, tan válido como cualquier otro, de
sencillamente disfrutar la vida, sin preocupación alguna. Inclusive, hay otros
saberes que han caducado, pero se resisten ante su propio deceso en la
enseñanza. ¿Se trata solo de acumular conocimiento vacío? ¿Es lo mismo memorizar
que aprender? No obstante, a pesar de que la educación, en su metodología,
pareciese fosilizarse (a pesar de la innovación), también es conocedora de sus
propios defectos; el problema, quizá, reside en una incógnita sencilla: ¿qué
hacer al respecto? De aquí surgen entonces otros interrogantes, mas puede
destacarse el siguiente: ¿la solución está en eliminar de raíz la
escolarización o en intentar transformarla?
Se parte entonces de una imprecisión que es reducir todo
a solo dos opciones, aunque, por lo menos, no son necesariamente opuestas. La
primera, en sí, conduce a cavilar si es solo desaparecer el colegio o proponer
una alternativa a este (¿educación en casa, trabajar, buscar a alguien que sea
proveedor y que mantenga, ganarse la lotería, la ilegalidad, la ausencia de
‘pudor’?), mientras que la segunda queda retenida en el ciclo sin fin de qué
hacer, cómo y para qué hacerlo. Esa opción de erradicar la escolarización
parece fácil, aunque acarrea muchas consecuencias, y aquella de transformarla implica
compromiso, algo que no muchos están dispuestos a tener. Es aquí donde una idea
se apodera de varios: el mayor beneficio por el menor esfuerzo; la tan conocida
optimización. Sin embargo, se ha pasado de «la (despectiva) ley del menor
esfuerzo» a ningún esfuerzo; el facilismo en su máxima expresión (¿y por qué
no, el derrotismo?). Se habla desde una comodidad otorgada gracias al empeño de
otros; algo que afecta la mentalidad juvenil (no solo ahora e, inclusive, no
solo a los jóvenes) y que, claramente, tiene repercusiones en una escala
social. Una especie de pensamiento parasitario y pasivo que delega la
responsabilidad a los demás; pasarse la papa caliente hasta que a alguien se le
caiga, porque es mucho más sencillo ser criticón que crítico (culpar al otro en
vez de responsabilizarse y ‘tomar cartas en el asunto’). En otras palabras, se
pretende acceder a los beneficios que el estudio otorga y ha otorgado al estilo
de vida actual (comodidad, salud, longevidad, tecnología), desvirtuando la
utilidad de esa preparación ‘académica’: llegar al resultado, sin tener que
pasar por el arduo proceso o dejando esto en manos de otros (que trabajen unos
por otros). Así, la transformación a entes pasivos, presentes en cuerpo, pero
no en mente, y dependientes de otros en lo que a pensar se refiere, es
inminente.
Son numerosas las ideas que pueden desarrollarse a partir
de lo anterior, aunque lo mejor es dar voz a los mismos estudiantes sobre este
tema. Por ejemplo, la estudiante Nayelly Gelves, de 9-1, plantea que: «No busco
afirmar que el hecho de estudiar va a asegurar el futuro de las personas; el
estudio es un detonante que [funciona] según la forma en la que es utilizado y
aprovechado; puede identificarse como el inicio de nuevas oportunidades,
dependiendo de cómo estas sean tomadas». Así, el estudio se transforma en una
herramienta y su provecho también está condicionado por quien la empuña; en
palabras más concretas, el estudio no es una píldora mágica que otorga
resultados instantáneos y permanentes. Por supuesto, aquí se presenta un reto
para la educación, que se ha abordado desde hace ya un tiempo considerable:
¿por qué adquirir ciertos saberes y de qué sirven en la vida real?
Otra de las ideas más dicientes, planteadas por Nayelly,
es que «el colegio puede ser visto como un derecho y un deber». Actualmente, se
habla mucho sobre el derecho a la educación y de lo grave que es vulneralo. Aun
así, ¿qué se hace cuando se le quiere otorgar algo a alguien y este lo rechaza?
¿Se le obliga a tomarlo? ¿Qué sucede si es la persona misma quien vulnera su
propio derecho? (Algo como el suicidio intelectual). Esta es una dicotomía
controversial, ya que muchos no “funcionan” si se les fuerza a hacer algo que
no desean, lo que conduce a la frustración de todas sus partes (docente y
estudiante, siendo este el más importante). Pero como futuros ciudadanos
inmersos en una sociedad y en una realidad bastante afectadas, se adquiere un
compromiso con los demás y con la situación constantemente cambiante. De algún
modo, debe realizarse un aporte positivo a la comunidad y una buena manera (tal
vez no la mejor ni la única) es conociéndose a sí mismo por medio del estudio.
Alguna vez alguien dijo algo como: «el colegio es un
embudo y un embutido de conocimientos que pretende que el estudiante lo vomite
todo al final, frente a una hoja en blanco». Frase muy esclarecedora, que
condena a este sistema destructivo de mentes. Empero, volviendo a la idea de
conocerse a sí mismo, en cuanto a gustos y disgustos, fortalezas y debilidades,
afinidades y antipatías, el colegio ofrece un abanico amplio y variado de
opciones en las que cada uno descubre qué cosa(s) puede(n) ser para sí. En
otras palabras, la única forma de valorar lo positivo es a través de lo
negativo. Evadir lo segundo es anular la realidad en sí misma y dejar a la
persona expuesta a la frustración, sin saber enfrentarla. Además, el ser humano
es resiliente, mas esto es, por igual, una habilidad que debe desarrollarse;
para así lograrlo, ha de sacudirse la estructura y el paradigma mentales, a los
que tanto se aferran las personas, con tal de hacerlas salir de la zona de
confort. Debe así incentivarse el extender la cantidad de destrezas obtenidas y
el alcance de estas, algo que solo se hace posible enfrentando conflictos
(individual y grupalmente).
Esto último va en contra de un pensamiento popular que
dicta que «la vida ya es demasiado compleja para complicársela más». Otra
polarización del asunto, porque es normal buscar la forma más sencilla de
resolver un problema (y lo más simple suele, en ocasiones, ser la mejor
solución), aunque no puede caerse en la sobreprotección, dado que el sujeto se
hace dependiente e incapaz (por no decir mediocre). Bien lo afirma Rossy
García, estudiante de 8-1: «(…) al esforzar[nos] desarrollamos la diciplina y
la perseverancia; así comenzamos a aprender cómo llegar a nuestras metas,
venciendo las dificultades. También nos hace sentir bien, porque estamos
demostrando que somos capaces de todo, para lograr [los objetivos propuestos]».
La satisfacción de vencer una dificultad, de resolver una situación
problemática, de obtener algo después de tanto sacrificio, incluso cuando
algunos estén en contra, definitivamente es algo que no se obtiene a través de
una vida parsimoniosa y sedentaria.
Como se escucha por ahí: «es mejor que sobre a que
falte», por lo que plantear y enfrentar problemas y dificultades es una
necesidad formativa, que no tiene que limitar al sujeto, sino, por el
contrario, tiene que llevarlo más allá de sus límites; debe ampliar su
horizonte y para ello, su pensamiento. Desde un punto de vista académico, no se
trata de tener un océano de conocimientos, con un milímetro de profundidad, ni
de ser un pozo sin fondo (especialista en una única cuestión), sino de hacerse
con diversos recursos que, además de útiles en la cotidianidad, sean
comprendidos, dominados, ahondados en lo necesario y perfeccionados; aportar a
estos saberes en pro de la sociedad.
«El colegio es una experiencia formativa que
nos prepara para el mundo “real” […], también aporta disciplina y constancia,
cosas que ayudan a lo largo de la vida, aparte de ser un periodo que plantea
retos y cuestiones por resolver, que [a su vez] ayudan a las personas a mejorar»
(Nayelly Gelves).
«Estudiar es importante, porque, además de
adquirir conocimiento, aprendemos cómo enfrentar los retos de la vida; gracias
a las anécdotas de los profesores podemos visibilizar lo que nos espera en la
vida» (Rossy García).
Claramente, el empirismo condujo a la teoría y esta
depende del entorno, su observación, la experimentación e intervención, mas
reducir todo a la simple acción, al simple ensayo y error, es dejar de lado
aquello por lo que la humanidad se ha esforzado en construir, precisamente para
optimizar y facilitar el estilo de vida al que hoy algunos pueden acceder (y al
que se han acostumbrado; costumbre que se hace atrevida, como la ignorancia).
Así, la lectura de esos compendios académicos abre una puerta que no solo
redirige al pasado, sino que también permite construir un puente hacia el
futuro, que será usado por todos, sin distinción o exclusión alguna (algo
utópico que, para alcanzarse, requiere de la adquisición y desarrollo de otras
habilidades). Y aunque el futuro, visto como una metáfora de lo desconocido, no
se encuentra escrito, sí es posible encauzarlo. Es aquí donde surge un concepto
presente en muchas sociedades: el analfabetismo funcional, que se entiende como
el no uso, verdadero y a profundidad, de las habilidades comunicativas,
conocidas como lectura y escritura, a pesar de poseerlas; todo por voluntad
propia (una especie de ignorancia aceptada). ¿Entre más se sabe más se sufre y
por eso es mejor quedar en la penumbra del desconocimiento y la duda; por
felicidad?
Al respecto, la estudiante Camila Mosquera, de 9-1,
propone que: «(…) si no tenemos la lectura en cuenta, nos limitamos a nuestra
capacidad de comprender el mundo que nos rodea. Leer nos ayuda a desarrollar
nuevos conocimientos que nos son fundamentales [en] nuestra vida. Igualmente
pasa con la escritura, ya que, si no tenemos en cuenta esto, muchas veces
evitamos nuestras opiniones o emociones hacia algo, perdiendo nuestra libertad
de expresión; [impediríamos] el desarrollo del pensamiento crítico, [puesto]
que la escritura requiere de reflexión y análisis». Esto hace cavilar sobre la
frase de Ludwig Wittgenstein: «Los límites de mi lenguaje son los límites de mi
mundo», porque, como se menciona en párrafos anteriores, cada uno se hace responsable
del alcance de sus propias fronteras. No se trata solo de adquirir nuevas
lenguas, ya que cada civilización tiene una forma de ver y entender el mundo,
sino también de conocer nuestra propia lengua; ¿qué tan reducido es el
vocabulario de una persona y qué tanto le cuesta expresar sus ideas por esta
misma reducción? ¿Qué tanto se conoce a sí mismo y cómo logra explicitarlo?
«Leer y escribir es tan importante, ya que
[…] nos permite tomar decisiones informadas, tener sociedades más equitativas y
tener éxito en nuestros objetivos» (Camila Mosquera).
Por supuesto, hay una limitante regular, desde una
perspectiva conceptual, en la enseñanza: leer y texto son dos términos que
suelen dejarse en lo escrito, cuando, en realidad, un pensamiento, un hecho,
una sociedad, una imagen, una voz, una persona, una emoción son todos textos
que merecen ser analizados. No se pretende afirmar que “todo” es “texto” o que
“todo” equivale a “leer”, sino que ambas cuestiones se hacen presente en casi
todo. Frente a esto, el alumno Jorsan Flórez, de 9-1, conecta también con
algunas de las ideas propuestas por Camila Mosquera, al afirmar que:
«Una persona que utiliza esas técnicas [leer
y escribir], de manera efectiva, se conoce a sí misma, […] se entiende, […]
comprende sus sentimientos y se conecta con su conocimiento [y su yo] interior.
No siempre [se trata de] expresarse hacia los demás».
De este modo, la educación no se limita a una formación
meramente académica, puesto que, como seres inter y multidimensionales, el
alumnado requiere conocer otros factores propios del ser humano. Aun así, vale
la pena tener en cuenta que lo que un sujeto demuestra en un plano,
probablemente lo hará en los otros; es decir, si se esfuerza ante la dificultad
académica, eventualmente mostrará esfuerzo al querer alcanzar metas y resolver
problemas personales. Un ejercicio típico es preguntarse: Si estuviese usted
con una afección grave de salud y usted y sus compañeros fuesen todos médicos,
¿a quién(es) acudiría y se atendería a sí mismo? O, llevando esto a un plano
más común: Independientemente de si desea o no serlo (solo pasa sin
esperárselo), si tuviese un hijo con un(a) compañero(a) ¿serían, por igual,
buenos padres? En caso de un divorcio, ¿quién cree que merecería la custodia?
Surgen entonces las tan hipócritamente criticadas comparación y clasificación,
dos acciones inherentes al sistema educativo (y a la práctica humana),
demostradas en la valoración cuantitativa.
Ante lo anterior, el estudiante Kevin Hernández, de 9-3,
piensa que: «(…) clasificar [a los] estudiantes los afectaría emocionalmente,
ya que algunos se [frustrarían] al no estar en un grupo donde ellos deseen, […]
aunque también podría ser una motivación [para] mejorar y estar en […] donde
quieren». Si se retorna a la idea de la resiliencia y se restringe un poco esa
idea de «si mides a un pez por su capacidad para trepar árboles, creerá que no
es inteligente», es posible notar que los estudiantes, verdaderamente, tienen
poder sobre sí mismos y que, en definitiva, el cambio de perspectiva es una
herramienta útil, porque, como bien lo afirma Kevin, o se deja que el sistema
de calificaciones desmoralice a la persona o se toma como un impulso para
mejorar, sin necesidad de caer en la competencia vacía contra otros; es mejor
buscar la mejora constante con respecto a sí mismo, una mejora como persona, no
numérica ni memorística. Como lo dice Hemingway:
«No hay nada noble en ser superior a los
otros hombres; la verdadera nobleza es ser superior a tu previo yo».
Evidentemente, esta idea o propuesta no aborda toda la
problemática ni mucho menos la soluciona, pero sí puede considerarse como un
primer paso en la búsqueda de un cambio positivo. Además, esto implica una
ayuda al estudiante, en la que el docente debe buscar también en sí mismo un perfeccionamiento
como guía y no limitarse a ser un simple ejecutor o “transmisor” telepático (o
por Bluetooth) de saberes; no debe olvidar que es un mediador. (Aquí
queda pendiente un desarrollo, ya que el rol docente es también complejo y las
dificultades inherentes a su profesión son amplias).
En conclusión: ¿Qué hacer para destacar frente a los
demás? En un mundo tan competitivo y lleno de opciones, ¿qué puede ofertarse a
los otros para ser su primera y mejor opción? ¿Qué hacer para salir del
promedio y destacar, o evitar, incluso, estar por debajo de este? Las palabras
adecuadas, tal vez, las tiene la estudiante María José Hernández, de 9-3, en
los siguientes párrafos:
El ser estudiado es el poder de escapar de la ignorancia. El deseo de aprender y ser diferente es una satisfacción que no muchos comprenden. La educación aporta beneficios a través de las enseñanzas que nos brindan. Por ejemplo: crear una conciencia del funcionamiento del mundo y adquirir habilidades para dar un aporte positivo en la sociedad. El colegio es el lugar donde muchas personas ingresan, pero pocos [lo] valoran. El colegio nos ofrece conocimientos académicos, pero también nos brinda oportunidades para el crecimiento personal, emocional y social. Es el lugar donde nos damos a conocer y aprendemos a conocer a los demás. Donde [descubrimos] actitudes, expresiones, pensamientos, ideas, rostros e intenciones de los que tal vez, son nuevos o diferentes para nosotros. Nos enseña el valor del trabajo en equipo y la importancia de un pensamiento social y colaborativo.
El esfuerzo de un estudiante tiene raíz en sus metas
futuras. El esfuerzo crea disciplina, compromiso, dedicación, mejores
resultados en cualquier actividad por realizar y aporta el conocimiento para
ser un guía [ante el desconocedor].
El esfuerzo es una muestra de
respeto hacia sí mismo…
(…) refleja pasión hacia el aprendizaje y el anhelo de
lograr el éxito por medio del trabajo constante.
[…]
La educación es un motor de cambio y transformación,
capaz de impulsar el pensamiento crítico. A través de ella […] promovemos
nuestro desarrollo integral. No solo nos habilita para el futuro, también nos
ofrece la oportunidad de entender el mundo que nos rodea, promoviendo el
crecimiento ético y moral de cada alumno. La educación contiene más que el
aprendizaje en las aulas; se expande a cada experiencia vivida, aumentando
nuestro [saber] y visión del mundo.
«Nuestro miedo más profundo no es ser inadecuados.
Nuestro miedo mayor es nuestro poder inconmensurable; es nuestra luz, no
nuestra oscuridad, lo que nos aterra. Optar por la mezquindad no sirve al
mundo. No hay lucidez en encogerse para que los demás no se sientan inseguros
junto a ti. Nuestro destino es brillar como los niños; no es el de unos
cuantos, es el de todos. Y conforme dejamos que nuestra luz propia alumbre,
inconscientemente permitimos lo mismo a los demás; y al liberarnos de nuestro
propio miedo, nuestra presencia automáticamente libera a otros» (Coach Carter,
película).
Nota: El anterior escrito es resultado de un trabajo
colaborativo, entre el docente encargado y los alumnos mencionados, a lo largo
de algunas sesiones enfocadas en el trabajo metacognitivo y desarrollo del
análisis crítico. Se agradece enteramente a ellos por su aporte y se les
felicita por demostrar una capacidad y un potencial de pensamiento y criticidad
destacables. Se les invita a seguir explotando estas habilidades. De seguro
llegarán muy lejos.
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